¿Por qué he vuelto a escribir en papel?

No sé ni por dónde empezar. Siempre que me pongo a escribir en un cuaderno de los muchos que tengo empezados, lo único que sé es que es una oportunidad de oro para ser absolutamente sincera. No es que me pase la mayor parte del día mintiendo descabelladamente pero sí que todos ocultamos, disimulamos, relegamos y priorizamos conversaciones, acciones y, sobre todo, recuerdos.

Hace muchos años que tengo la extraña sensación de que mi memoria se va apagando y que lo que para otras personas es natural recordar, un nombre, una persona o incluso una anécdota vivida en primera persona, para mí no lo es. Simplemente es como si no hubiera existido nunca. Da vértigo. No puedo evitar que me asuste. Además, como todo el resto de sensibilidades, desde que soy madre, ese pánico se ha ido agravando. No quiero permitirme el lujo de perder experiencias, personas, momentos, sobre todo ahora que tengo a mi hijo y los recuerdos son compartidos.

Al principio pensé en hacer un cuaderno hablándole a él para que a lo mejor lo leyera en el futuro, para que le sirviera de recopilatorio de recuerdos, esos de la infancia que yo ya no tengo porque nadie los grabó al no ser suyos y que ya nadie me cuenta. Después vienen las dudas de ¿escribo en primera persona? ¿en tercera? ¿le hablo al cuaderno? ¿a mi hijo? ¿para qué y para quién voy a escribir?… sin darme cuenta estaba aplicándome las preguntas que les hago a los clientes cuando tengo que escribir para ellos o sus empresas…

No, no voy a hacer eso, al final he decidido no responder a ninguna de esas preguntas y, como Saramago (jaja, ya me gustaría a mí) cuando decidió no poner puntuación en páginas y páginas, ni separar los diálogos del texto narrando todo seguido como sucede dentro de nuestra cabeza… voy a dejarlo fluir… let it be, que ya me llevará la escritura por donde quiera… a lo mejor me muero mañana, a lo mejor los cuadernos se pierden, a lo mejor pasan de mano en mano sin que nadie los lea nunca… ¿a quién podría interesarle?, ¿cómo somos tan arrogantes de pensar cuando escribimos que deberían leernos? ¿por qué tendría que interesarles?… por eso siempre es una gilipollez tener ninguna expectativa al respecto.

Letras y más letras en unos cuadernos, unas detrás de otras para los demás, para mí, un pedazo de lo que soy y de lo que nunca volverá a ser, «nunca seré tan joven como hoy» y, sobre todo, es que si no lo escribo, siento que nunca recordaré nada de todo esto. Cuadernos pequeños para salir a la calle, medianos en la cabecera de la cama, más grandes para los dibujos y las explosiones de organización y esquemas mentales. Cuadernos de papel que me desargumentan las excusas para no escribir porque funcionan sin wifis ni baterías, en cualquier parte, apenas con un poco de luz y un boli, un lápiz, unos colores.

A lo mejor en el futuro podré leerlos como el que lee la novela de un extraño, la vida de otro, suena bien…

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